Cuántas
veces habremos escuchado o quizá dicho en el caso de que tengamos varios hijos
que a todos los queremos por igual. Se trata sencillamente de una de las
grandes mentiras que terminan haciéndose verdad por la cantidad de veces que la
repetimos pero por nada más. Seguramente también puede tener visos de verdad
porque confundimos nuestros deseos con nuestros principios, cosa muy distinta
por cierto. Seguramente cuando afirmamos lo de la igualdad estamos haciendo
referencia y nuestro criterio de justicia y de equidad a la hora de tratar a
cada uno de nuestros hijos, cosa que no está relacionada con nuestros gustaos sino
con nuestro criterio sobre la justicia que nos impide asumir que a unos hijos
les demos un criterio preferente en el trato con relación a otros, lo quel no
tiene nada que ver con nuestros gustos.
Una
primera clasificación para abrir boca es la de ver a las madres con la baba por
los suelos ante la presencia y trato con sus hijos varones y una cosa muy
parecida de los padres con sus hijas, Este fenómeno que pertenece a la
intrahistoria de las familias, esa que se está viviendo de puertas adentro pero
de la que no suele hablarse y mucho menos reconocer como cierta en el caso de
que alguien nos la mencione en voz alta, pues no es más que una verdad como un
templo. No es en todos los casos lo mismo, porque es cierto que cada caso tiene
sus particularidades, pero no es muy arriesgado decir que las madres están
enamoradas de los niños y los padres de las niñas. Técnicamente lo conocemos
como complejo de Edipo o de Electra pero al final estamos hablando de
atracciones sexuales aunque sea entre pequeños y adultos y entre padres e
hijos. Negar este fenómeno, completamente normal por otra parte, no es más que
querer que la realidad sea como nosotros queremos que sea y no como es en
realidad.
Si nos
empeñamos en negar este tipo de sensaciones que están presentes en todos los
momentos de nuestra vida y que determinan nuestro comportamiento estamos
negando la realidad y fabricándonos una que no descansa sobre bases sólidas
sino que se fundamenta en principios ajenos a nuestros deseos que puede que al
final sirvan para que establezcamos una manera de relacionarnos con nuestros
hijos que puede ser que sea hasta lógica, pero que no puede ser verdadera
porque las verdaderas razones que motivas nuestro comportamiento siempre
estarán al margen y fabricando dentro de nosotros una doble vida entre lo que
queremos y lo que creemos que es lo que debemos hacer. Los verdaderos
fundamentos de la relación entre las familias es fundamental que tengan una
base sólida y verdadera para que la construcción de la vida se realice con la
mayor solidez posible.
Con
esta manera de encarar la vida lo único que pretendo es que desde el principio
le vayamos llamando al pan pan y al vino vino. A partir de esos cimientos, el
sentido de la justicia estará en mejores condiciones para hacerse presente en
nuestras relaciones con nuestros hijos que si las negamos de principio, sea por
pudor o por lo que sea y luego andemos tratando con distinta vara de medir el
trato de unos hijos con otros, sencillamente porque el componente sexual está
actuando en nosotros a la hora de comparar los ojos con que miramos a unos y a
otros en el análisis y valoración del comportamiento diario. No es algo que podamos
eliminar a nuestro antojo. Está en nosotros sencillamente porque somos
personas. Podemos asumirlo y vivir con esa verdad con la mayor honestidad que
seamos capaces o negarla y encontrárnosla a cada momento en nuestro modo de ver
y medir el comportamiento de nuestros hijos.
Si bien años atrás el simple reconocimiento de la sexualidad causaba pudor, hoy día, no hemos avanzado tanto como la tecnología y seguimos con cierto ocultamiento, disfrazando emociones, decisiones importante se olvidan, como las de "esos locos bajito".
ResponderEliminarHasta pronto.
Ciertamente es la base de nuestra educación ...
ResponderEliminarSaludos
https://eimduende.wordpress.com/2017/11/07/noche-en-duende-2017/
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