La
única conmemoración que acepto en la vida es aquella que celebra que hoy es
hoy. Cualquiera otra me parece un subterfugio que la sociedad establece para
hacer como que no se olvida de algún hecho o de algún sector social del que realmente
todo el mundo sabe que se olvida. Es como si la mala conciencia llamara a la
puerta y por compromiso recordara que conviene dedicar un día al año, al menos,
a un tema que no está suficientemente presente en la sociedad. Dedicarle un día no mata a nadie y a lo mejor
nos sentimos todos un poco más tranquilos y menos canallas.
No
recuerdo que haya un día dedicado a los grandes capitales, ni a las viviendas
de lujo, ni al yate de recreo, ni a los viajes de placer, ni a la guerra, ni al
petróleo, ni al odio, ni al engaño ni a todo el conjunto de aspectos sociales
tan presentes, tan influyentes y tan determinantes. El argumento de que un día
al año, por lo menos, la sociedad decide recordar el tema en cuestión, la
infancia en este caso, no es poco pero sí claramente insuficiente. En mis
primeros tiempos de maestro recuerdo mi interés por un acontecimiento, una
explicación o una secuencia que me parecía significativa sobresaliente de cada
día. Si sentía que alguna secuencia de mi trabajo había despuntado por
cualquier razón me consideraba satisfecho y estoy seguro que no me faltaban
razones. Encontraba un aliciente, un punto de fuerza que me daba ánimo para
continuar en el empeño de mejorar cada día. El paso del tiempo, el desarrollo
profesional, la experiencia en definitiva me ha ido alejando de las secuencias
puntuales, por muy brillantes y potentes que fueran y me ha ido dirigiendo al
encuentro de un momento humilde pero grato de cada día que no necesite del
grito de gozo sino que derrame una simple sonrisa sobre cualquier aspecto
cotidiano bien resuelto.
No sé
dónde leí o quien me contó la secuencia del abuelo que llega a casa de su nieto
con un enorme regalo dentro de una impresionante caja de cartón. Lo de menos es
lo que lleva dentro: pongamos un coche magnífico o cualquier artefacto que
cuesta un dineral. Le entrega al nieto el regalo y toda la familia celebra el
esfuerzo del abuelo por satisfacer al nieto. Se pone la familia a conversar de
sus cosas y, al cabo de un rato observan con decepción, sobre todo el abuelo,
que el precioso regalo está abandonado en un rincón mientras el nieto se
encuentra feliz jugando con el cartón en el que el gran regalo venía envuelto.
Lecciones de este tipo las vemos y las vivimos con frecuencia cada día pero no
sé por qué nos empeñamos en no leer lo que la vida nos pone delante a cada
momento para que aprendamos. Una y otra vez preferimos la decepción por bandera
antes que asumir que lo que la vida nos cuenta con toda claridad mil veces es
lo importante y a lo que le debemos dedicar nuestras energías y dejarnos de
fuegos artificiales que nos deslumbran en un momento pero que al día siguiente
significan muy poco en la vida de cualquiera.
Perfectamente claro...
ResponderEliminarSaludos
conmemorar es ponerle resortes, buenos, malos, indiferentes, a la memoria.
ResponderEliminarQue cada cual se resetee a sí mismo y/o sus circunstancias.
Nada MEMORAR.
Ni que añadir
Besos
Lo que no impide que me abrume pensar que lo que ha sido mi vida, los pequeños, tenga que encorsetarse en un día concreto para no terminar marginado o sencillamente en el olvido. Un beso
EliminarMi único nieto de 10 años, ya no aprecia lo simple ni conversa de las estrellas ni de las hojas diversas, como cuando vivía con nosotros. Tiene TV, celular, su computador y a ellos les dedica su tiempo libre, como todos sus amigos. Pero le gusta leer y es donde tengo muchas esperanzas de librarlo de esta sociedad en la que lo bueno es lo que se compra. "Los niños nacen para ser felices" va quedando casi como un eslogan. Abrazos.
ResponderEliminarNo seas abuelo Cebolleta, amigo Vicente. os niños de hoy son producto de su época y, como en todas, hay cosas buenas y cosas malas. Los adultos que vivimos cerca también le podemos sugerir cosas. Un abrazo
EliminarLos días internacionales siempre conmemoran cosas que están en peligro; conmemorar el día de la infancia en España tiene muy poca fuerza, y no sólo porque el 20-N tiene una carga histórica ajena a nuestro sector, sino porque decir que la infancia y sus derechos están en peligro en España es no tener una perspectiva de cómo está el patio a nivel mundial. Ya quisieran niños y adultos de una gran parte del mundo tener la mitad de la protección de que gozan los niños españoles.
ResponderEliminarSé que llevas razón en las dos cosas. En el 20N por la muerte de Franco que afortunadamente, a medida que se va alejandso en el tiempo deja espacio a nuevos acontecimientos. Recuerdo los primeros años que ponía los pelos de punta. En el segundo sé que en términos comparativos estamos muy bien pero tú sabes también que que mirar atrás, ni para tomar impulso. Sin ignorar la realidad, así debe ser. Un abrazo
Eliminar¡Hola Antonio! 100% de acuerdo: y ya ves, hay un día de la mujer -8 de marzo- y es la conmemoración que particularmente me enoja, más aún que el día del niño o el día de lo que sea. ¿Y porqué entonces no hay un día del hombre? Pues, porque como bien dices " un subterfugio que la sociedad establece para hacer como que no se olvida de algún hecho o de algún sector social del que realmente todo el mundo sabe que se olvida"
ResponderEliminarDetesto los días de...¡los mismos que AMAN los comerciantes y los vendedores de flores!
Saludos y ¡excelentes reflexiones! gracias por compartirlas