El
afecto es como un hilo que recorre los cuatro puntos cardinales. Me vais a
permitir que hoy me sienta dueño del mundo, sencillamente porque una vez más el
juego de afectos en el que me siento envuelto me ha llevado a sentirme vivo y
útil. Ivonne me manda desde Bogotá un
largo mensaje de voz de ocho minutos y medio en el que me cuenta su peripecia
de ayer con su nieto Josef a propósito del desencuentro que había detectado
días atrás con su hijo Leonardo. No entendía la distancia impuesta por él ni el
que se negara a hablar con ella. Se sentía herida y creo que también
desconcertada, perdida.
Ya di
cuenta en su momento de mi visita a Bogotá a conocerla, después de una larga
relación de varios años a través de este blog, que había producido un progresivo
proceso de acercamiento. El contacto certificó la acumulación de indicios
favorables y en este momento tenemos la relación formalizada y a la espera de
que a final de Enero se produzca un nuevo encuentro, esta vez de ella a
Granada, donde yo vivo. Mientras, no
paramos de profundizar en nuestras vidas a través de la enorme riqueza de
caminos de comunicación que el mundo de hoy pone a nuestro alcance, aunque
siempre con la limitación del Océano Atlántico como hándicap insalvable. El
resultado de su maraña afectiva, que yo no termino de entender pero que me
esfuerzo en respetar lo que puedo, me
abre la mente y me hace ver que, efectivamente el mundo es grande y
variopinto, que alberga miles de juegos
afectivos, unos más conocidos que otros para mi, pero todos reales y, por
tanto, susceptibles de unir a las personas en el ovillo
misterioso de los
encuentros si somos capaces de seguir el hilo hasta dar con la tecla.
El
trabajo con los más pequeños me ha enseñado que nada en la vida se arregla
sólo, que hay que tomar decisiones
asumiendo el riesgo permanente de equivocarnos. Le sugerí a Ivonne que tomara
el toro de sus desencuentros afectivos por los cuernos y que se arriesgara y
pasara un día con su nieto Josef para unir los lazos con su hijo Leo, cuyo silencio
y hostilidad le dolían en el alma. Mira por donde decidió hacerme caso y el
encuentro se produjo ayer después de algunos conatos de contacto que me
hicieron suponer que igual la relación no estaba tan deteriorada como yo había
supuesto en un principio. Con buen criterio decidió usar como vehículo
transaccional a su nieta Daniela, su ojito derecho desde siempre ya que ella
sólo ha tenido cuatro varones, y que vive cerca de Josef. Ayer fue, por tanto
la explosión afectiva en la que abuela y nieto se fundieron en afectos a través
de un encuentro querido y complementado con la impagable colaboración de
Daniela que ejerció de anfitriona dándole al encuentro intensidad, intimidad y
alegría de vivir. Josef a sus cuatro años no pudo reprimir la inyección de afecto
que a través de su abuela y de su prima de ocho años y se derramó en entusiasmo
y sucumbió por completo al calor afectivo en el que se vio envuelto. Yo lo
presencié por Skype y fui investido de Papá Noël ante los niños. Esto me pasa
por ser tan descreído y tan iconoclasta.