Seguidores

domingo, 30 de marzo de 2014

HIJOS



Tus hijos no son tus hijos, 
son hijos e hijas de la vida 
deseosa de sí misma. 

No vienen de ti, sino a través de ti, 
y aunque estén contigo, 
no te pertenecen. 

Puedes darles tu amor, 
pero no tus pensamientos, pues, 
ellos tienen sus propios pensamientos. 


Puedes abrigar sus cuerpos, 
pero no sus almas, porque ellas 
viven en la casa de mañana, 
que no puedes visitar, 
ni siquiera en sueños. 

Puedes esforzarte en ser como ellos, 
pero no procures hacerlos 
semejantes a ti 
porque la vida no retrocede 
ni se detiene en el ayer. 

Tú eres el arco del cual tus hijos, 
como flechas vivas son lanzados. 

Deja que la inclinación, 
en tu mano de arquero 
sea para la felicidad 
Pues aunque Él ama 
la flecha que vuela, 
Ama de igual modo al arco estable. 
                                 Khahil Gibrán

         Ya sé que en alguna ocasión hemos hablado de este asunto de la propiedad de los hijos en términos parecidos pero quién se resiste a incluir este hermoso poema en un lugar como este blog, que parece su casa o, por lo menos, de la familia. Mi idea es que lo pensemos porque tiene miga y también que lo sintamos porque para eso es un poema.
         No sé si su autor tuvo ocasión de experimentar el contenido que escribe en primera persona, cosa que añadiría valor a lo que escribe pero no es imprescindible. Muchas veces, y la poesía es un campo abonado para ello, el autor lo que tiene son intuiciones, como manotazos en la oscuridad o en la niebla, que unas veces atrapan iluminaciones que nos transmiten y otras, quizá la mayoría, se vuelven de vacío. No hay por qué desesperarse por eso ni desistir del empeño. Hay que intentarlo siempre porque cuando en algún momento se atrapa la luz, y creo que en este caso Khahil Gibrán ha dado en la diana, se justifica cualquier esfuerzo.

         De todas formas, siempre el hecho de vivir lo que se escribe en primera persona de forma que se convierta en un pedazo del autor hecho palabras para mí siempre le aporta un plus a contenido. Las pocas veces que en la vida he tenido ocasión de aportar algún poema al infinito he sentido y siento que un trazo de mí se ofrecía a ser compartido por quien quisiera. Nunca me he sentido más universal que en esos momentos.

         Para no ensombrecer el contenido del poema y con esta aclaración de mi propia cosecha, este es el mensaje de esta semana.

domingo, 23 de marzo de 2014

PRIMITIVO


         La última imagen es de esta misma mañana. Mientras hacía mi caminata de cada día, a la altura del kilómetro cuatro, en el Paseo de la Bomba hay dos pequeños parques muy coquetos, aderezados para edades distintas y lindando uno con otro. Como domingo de primavera, aunque un poco fresco pero soleado, llenos a rebosar. Y, francamente, resultan gratos. Los colores son vivos, los elementos adecuados y el espacio rodeado de una valla segura. Los pequeños usando todos los elementos y sus familiares mirándolos gozosos o ayudándoles a subirse y bajarse. En principio todo bien.

         Yo debería quedarme satisfecho con semejante espectáculo y pensar que las cosas se hacen cada día mejor y que estos pequeños están gozando mientras juegan y se sienten seguros con los elementos adecuados para ellos y con sus familias cerca y ayudándoles en lo que necesitan. Pero no me quedo satisfecho. Es más, mientras termino de recorrer los kilómetros que necesito para completar mi ejercicio añoro un trozo simple de tierra para ellos, un charco o un canalillo de agua, algún tronco humilde por allí cerca para poder subirse o bajarse libremente… Seguramente muchas más cosas simples a su alcance y a su disposición pero con las que he mencionado es suficiente para argumentar lo que quiero aportar hoy. Antes quiero valorar en su justa medida el esfuerzo público de dotar a la ciudad de espacio como el que he descrito que sin duda tienen un valor importante y permiten el acceso y la garantía de una serie de ejercicios a los que se ven abocados los pequeños que lo visitan. No quiero ser desagradecido y lo que tiene valor hay que reconocerlo y yo lo hago con nobleza.

         Un trozo de tierra o un arroyuelo de agua es demasiado simple pero tiene, al parecer, demasiado riesgo y se convierte en algo peligroso. Por muy atractivo que sea cualquier elemento preparado para los pequeños, ni punto de comparación con sacar un poco de tierra con sus manos o meterlas en agua y amasar el barro por el puro placer de hacerlo. Ni siquiera quiero insistir porque no tengo más que invitar a quien quiera experimentarlo a que haga la prueba y podrá comprobar hasta qué punto es verdad lo que digo. Entiendo de todas formas, cómo no, que permitir a los pequeños ese primitivo y universal manoseo implica  poner en jaque toda la cultura en la que nos desenvolvemos. Desde la vestimenta apropiada hasta el concepto de limpieza saltan completamente en pedazos y tendríamos que aprender de nuevo a propiciar en los pequeños  posibilidades de que estuvieran en contacto con los elementos más simples de la vida y permitirles que interactuaran con ellos para protagonizar los cambios elementales sobre los que se edifica el conocimiento. Si el hecho de que falten estas posibilidades en la ciudad es problemático, el que falten en la escuela, que es el espacio vital por excelencia para los pequeños me parece decisivo.


         No hay más que pasarse por cualquier centro educativo y comprobar que es el cemento el rey sin duda alguna. Puede que algunos árboles de sombra también en las orillas y las vallas, con suerte, una hilera de cipreses recortados a una altura prudente para aislar a los pequeños de la calle y a la calle de ellos. Los espacios más grandes, completamente diáfanos, con base de cemento y seguramente con unas señalizaciones para practicar algún deporte concreto. De modo que la mayor cantidad de los espacios de juego los ocupan una exigua minoría que lo practica y que compite mientras la gran mayoría se ha de conformar con mirar o con utilizar las migajas del espacio para algún otro juego marginal que se le ocurra a alguien y que no se considere peligroso o molesto. Ya he leído que los teóricos andan poniendo en cuestión esa desproporción brutal de que la mayor parte de los espacios libres los ocupen unos pocos mientras que la mayoría viva de las sobras. Repito que lo que se ofrece no me parece mal y sé que supone esfuerzo y dinero, pero sí me parece injusto porque sólo piensa en unos pocos mientras que la mayoría se queda a dos velas.

domingo, 16 de marzo de 2014

REVIVIR


         Hay costumbres y rutinas en la escuela que no solo nos llenan de gozo sino que invitan a que nuestro cuerpo se integre con  ellas y reviva con ellas. No es en todos los casos ni mucho menos pero no nos cuesta ningún esfuerzo recordar rutinas que tal vez deberíamos olvidar: filas, insistencia en el orden y en los silencios… y, sin embargo, ésta que quiero traer hoy a vuestra consideración, no sólo me parece gozosa sino digna de que figurara en cualquier programación como un valor neto y, por tanto, recomendable sin paliativos.

         No sé en otros lugares, pero en Granada donde vivo es como para volverse loco si se sale a la calle y se llenan los ojos de lirios, de almendros, de jaramagos ofreciéndonos bofetadas de color y de olor o los árboles con las nuevas hojillas que pugnan por ver la luz y nos van poblando los paisajes de verde. Tal vez son las primeras sensaciones del nacimiento de un nuevo ciclo vital y nos impresionan más que todos los que van a venir después. Tal vez también por eso me fijo en ellas y decido traerlas aquí para comentarlas como lo verdaderamente nuevo del paisaje de cada día. Y lo hago para animar a que se saque a los pequeños a la calle y se pasee con ellos por estos espacios para que esos valores de la naturaleza, colores, formas, olores, sensaciones de vida les entren por el cuerpo y les inunden. Para que ellos puedan compartir en alguna medida la transformación vegetal que experimenta el espacio en el que se desenvuelven. Dentro de sí mismo están viviendo el cambio de estación sin duda y no faltan manifestaciones que lo demuestran cada día, pero creo que es importante que se unan al cambio general de la vida a su alrededor.

         Quiero precisar un poco más porque se me ha ocurrido este tema al recordar  algunos grupos que he visto estos días por la calle y me han animado a reflexionar. He tenido la sensación de que estos grupos estaban en la calle de prestado por la velocidad con la que andaban. Daba la sensación de que iban con el tiempo justo a cualquier sitio al que se dirigieran o por la preocupación en las personas responsables que los llevaban de que no fuera a ocurrirle nada malo a ninguno. He querido por tanto comentarlo, sencillamente para quitar tensión al hecho de sacar un grupo de menores a la calle y hacer que la calle en sí misma se convierta en un objetivo. Que aprendan a gozar del hecho mismo de salir a dar un paseo sin más ambiciones metodológicas porque el paseo en sí ya las lleva incluidas. Que se pueda invertir un tiempo de vida en común para comentar todo lo que la calle ofrece y rara vez hay tiempo para pararse un poco y comentarlo y permitir que todo un conjunto de sensaciones que la calle manifiesta nos llenen por dentro y nos hagan sentirnos partícipes del impresionante espectáculo que se está produciendo a nuestro lado mientras nosotros tenemos que andar preocupados de si estamos llegando un poco tarde a cualquier sitio al que hayamos decidido dirigirnos .



         No quiero que hoy mi discurso suene a crítica de las visitas que se programan a determinados lugares de la ciudad destacados por unos valores concretos que también interesa que los niños conozcan. No quiero plantear ninguna opción alternativa a las iniciativas que se tienen y que la mayoría me parecen loables. Lo que digo es que, al margen de los contenidos que buscamos en muchas salidas es importante que valoremos la salida en sí como un objetivo perfectamente válido para pasear por los espacios urbanos, por los jardines, por las calles que ya tienen un impresionante atractivo de por sí y que les invitan continuamente al diálogo a los pequeños, a la comunicación, al conocimientos de cosas, formas, colores, olores y sensaciones específicas que no encuentran ni en las clases ni en sus casas y que pueden darle el valor añadido de compartirlas con sus compañeros. Si en eso hemos empleado una mañana, creo que está muy bien empleada.

domingo, 9 de marzo de 2014

AGRIDULCE


         Una vez más llega la realidad y nos da con toda su extensión e intensidad en plena boca. El episodio que sigue me hace ver que no avanzamos siempre ni en todos los frentes y que tenemos necesidad de seguir aprendiendo porque la realidad es poliédrica y nos permite alegrarnos de los avances, pero ser prudentes y darnos cuenta de  que nos quedan incógnitas en el camino.

          Resulta que dos señoras viven juntas  y deciden tener un hijo. Una de ellas se insemina artificialmente y, en efecto, a los nueve meses, tienen un hijo. Durante cuatro años de convivencia la madre que no lo parió cría al pequeño con el acuerdo de su madre biológica. Hay desacuerdos en la pareja y un buen día, la madre biológica coge a su hijo y se va de la casa. La madre que lo ha criado recurre y empieza de tribunales reclamando su parte en el proceso de crianza del hijo común parido por la que fue su compañera. A los cuatro años de reclamaciones, un juez dicta sentencia a favor de sus intereses y obliga a su madre biológica a que respete los derechos de crianza de la que fue su compañera y la obliga a compartir la crianza con ella. Conocer una secuencia de este calibre creo que es un avance insólito en España hasta hoy mismo, por eso es noticia. Novedoso y, según mi criterio, justo. De hecho ya lo hemos comentado en más de una ocasión con el argumento de que no debe pesar tanto la biología y sí mucho más el esfuerzo cotidiano.

         Si la historia terminara aquí podríamos alegrarnos creo yo de que ese niño pueda crecer en adelante con la presencia de dos personas adultas que, cada una desde su modo de ver, han apostado por él y han demostrado que están dispuesta a esforzarse para sacarlo adelante y acompañarlo en el crecimiento.  No sé cómo terminará la historia a partir del momento en que el juez establece la sentencia de que han de compartir el tiempo de crianza del menor. Lo que sí sé es que la propia nota de prensa en la que viene este testimonio nos ofrece un punto y seguido inquietante y que nos deja una incógnita intranquilizadora. Resulta que la madre que lo crió los primeros años  y que ha logrado que la justicia le dé su parte de razón y le reconozca su derecho a seguir en contacto con ese menor, en vez de plantear alguna suerte de custodia compartida que seguramente parecería la mejor solución para el pequeño, antes de terminar la crónica aclara que va a seguir pleiteando hasta lograr que la patria potestad sea para ella sola. Y aquí se nos caen un poco los palos del sombrajo porque lo que parecía un logro de la justicia y tal vez de toda la sociedad en la que vivimos, de nuevo nos abre un interrogante de litigio, mucho más dirigido a ver quién de las dos va a terminar con más posesión sobre el menor en detrimento de la otra que en encontrar el mejor punto de equilibrio para que ese menor crezca con el mayor arrope posible de las dos personas adultas que han sido hasta el momento determinantes en su vida.


         Nos quedamos con esa incógnita porque hasta aquí llega la noticia. Y  digo que lo que podíamos interpretar como un avance neto en la estructura social de que la justicia, por encima de consideraciones formales se pronuncie a favor de la mejor solución posible para el menor, que es lo que se debería de buscar por parte de todos, mantiene un hilo de inquietud desde el momento en que la persona que le crió parece que lo que pretende es compensar esa desventaja en la que ha vivido mientras ha durado su litigio hasta lograr que se reconozcan sus derechos y parece que vuelve de nuevo a montar un nuevo litigio, seguramente de varios años otra vez, para ver si termina por implantar su derecho por encima de su madre biológica para desplazarla de la vida del pequeño. Es posible que sea así como avanzamos: un paso adelante y otro hacia atrás.


domingo, 2 de marzo de 2014

DRAMA


         Insistimos una vez más que ningún tiempo pasado fue mejor, lo que no quiere decir de ningún modo que todos los tiempos que en la historia han sido, incluido el presente, lleven en su trayectoria luces y sombras. De los problemas internos que los niños han vivido cuando en su familia había un matrimonio indisoluble creo que hemos hecho mención ya o cualquier día nos meteremos a fondo, pero hoy, al hilo de las noticias que han aparecido esta semana sobre algunos niños secuestrados por uno de sus progenitores y trasladado a un país que no es el que han vivido, sin consentimiento judicial ni del otro cónyuge. Parece que las desavenencias de los cónyuges hay que dirimirlas a niñazo limpio.

         Repito que de ningún modo quiero poner de modelo el matrimonio indisoluble, que vaya tela lo que lleva dentro su indisolubilidad para los pequeños.  Ese no es hoy el tema. Hoy el tema viene a que las personas que en un momento dado unen sus vidas pueden o no perdurar en el tiempo. Si perduran armónicamente, pues tan panchos pero si llega un momento en que la convivencia se hace imposible y deciden separarse pueden hacerlo con alguna facilidad si están solos, pero si hay niños de por medio es obligado el  acuerdo para que los niños puedan seguir sus vidas con la menor cantidad de variaciones posibles. En ese caso son los jueces los llamados a mediar y establecer la mejor fórmula de vida para los menores. Durante años, estoy seguro que de buena fe, se ha pensado que los pequeños en general estarían mejor con la madre y muchos miles de padres se han visto privados de sus hijos y han mordido el polvo de tener que verlos en contadas ocasiones o en condiciones muy desventajosas. Otros  ni siquiera se han planteado la necesidad y, sencillamente, han pasado de sus obligaciones y han seguido sus vidas como han podido.

         El paso del tiempo ha dicho que podía haber una mejor solución estableciendo custodias compartidas, que antes eran muy excepcionales,  de una manera más frecuente y que sea la propia pareja la que se responsabilice en igualdad de circunstancias de la crianza y de la manutención de los pequeños para que ellos crezcan bajo la influencia de su padre y de su madre en condiciones de igualdad. Cualquier separación plantea unas dificultades evidentes porque son dos criterios que tienen que contar  con el mismo derecho y dirigirse ambos hacia el mejor desenvolvimiento de la vida del menor, que es el que tiene que ser protegido en primer lugar. Sin creer mucho a estas alturas en las soluciones ideales, en general me parece que se trata de la propuesta más justa para defensa de los derechos y de los deberes de los dos cónyuges y del menor o de los menores. Falta, quizá, por ver qué nos depara el paso del tiempo cuando se generalice esta fórmula pero en principio parece más razonable.

         Esta semana han salido algunos casos extremos de cónyuges que viven en distintos países y hasta en distintas culturas que, llegado un momento han cortado por lo sano y tomándose la justicia por su mano, han cogido a sus hijos y se los han llevado a su país sin contar con el criterio del otro cónyuge ni con el de la justicia. En el peor de los casos se han producido incluso hasta discrepancias de criterios en las justicias de los dos países de modo que ambos progenitores se han visto amparados por la justicia de su país, con lo que se plantea un problema de imposible solución. En esos casos, unos de los dos ha decidido imponer su criterio y  han de ser los lentísimos litigios internacionales los que tengan que dirimir las cuestiones de reparto de custodia, produciendo un perjuicio profundo en uno de los dos litigantes y, sobre todo, en los menores que se ven separados del padre o de la madre sin que nadie sea capaz de mediar en el conflicto ni a corto ni a medio plazo. Parece imposible que entendamos que los hijos no son propiedad de los padres ni objetos que se usan a capricho.