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domingo, 18 de septiembre de 2016

CONTRASTES


El lunes pasado, día 12 se habló de record histórico de temperatura en un mes de septiembre 40 grados y dormí destapado y con la ventana abierta. Al día siguiente, martes nos encontramos con 20 grados menos. Imposible para el cuerpo adaptarse a semejante diferencia. Tuve que salir a cenar con unos amigos de Cantabria y no supe qué ropa ponerme. Pasé frío en la calle, llovía para más inri después de más de dos meses sin ver una gota y cuando volví a la casa era curioso que en la calle casi tiritabas y dentro de la vivienda los materiales no habían tenido tiempo de adaptarse a la nueva situación tan repentina y seguía haciendo el mismo calor que el día anterior. Calefacción natural, al menos durante unos días hasta que el fuerte frío se modere, como ha pasado, y el calor se vaya de los muros poco a poco, como está pasando también.

El comienzo del curso en medio de esta enorme amplitud térmica tan repentina que fácilmente puede dar lugar a resfriados masivos porque ni siquiera la conciencia de las familias se acopla a las situaciones de la noche a la mañana en sentido literal. Supongo que todos los lugares tendrán en momentos determinados cambios bruscos pero sí tengo claro que esta Granada en la que vivimos es un poco ciudad de contrastes, de grandes contrastes.  Aunque este año se haya notado de manera especial, no es raro vivir en el plazo de un día, amplitudes térmicas de más de 20 grados y los cuerpos no pueden estar preparados sin resentirse para semejantes vaivenes. Muchas veces nos pasa que vas a salir a la calle y no sabes lo que ponerte porque seguro que vas a encontrar inadecuado parte del vestuario en algún momento del rato que vas a permanecer en la calle. Y esto hace que las personas nos formemos un poco dentro de esas condiciones y asumamos una personalidad de contrastes también porque a fin de cuentas somos una unidad con el contexto en el que vivimos.

Yo hablo de este espacio y de sus caracteres límite pero estoy seguro que cada uno podría contar situaciones parecidas de su contexto vital. Recuerdo de estudiante cuando se nos contaba que los niños rusos tenían recomendado abrigarse convenientemente pero salir a la calle cada mañana al menos media hora con temperaturas de menos 20 grados en invierno para que sus cuerpos se fueran acostumbrando a lo que para ellos era una manera de normalidad, la de convivir con el frío. Estoy seguro que por el centro de la tierra habrá países y situaciones relacionadas con el calor con desniveles semejantes. Al final somos capaces de adaptarnos a muchas diferencias y yo no estoy reflejando la de este año sino por el hecho de lo repentino. Objetivamente todos los años vivimos adaptaciones semejantes y ya estamos acostumbrados. Lo que extraña y nos toma de sorpresa es el hecho de que se produzca en tan corto espacio de tiempo.

En esos momentos tan accidentados no es difícil que los cálculos se nos desborden y los cuerpos se resientan porque estamos desprevenidos para tanta agudeza. Han pasado unos cuantos días y ya hemos interiorizado que el verano se ha ido definitivamente por este año. Este fin de semana las temperaturas se han templado un poco hasta niveles más o menos habituales.  Esperamos, como siempre, la llegada del veranillo de los membrillos antes de final de septiembre y despediremos el calor hasta el año próximo,  cumpliendo un nuevo ciclo vital de los muchos que llevamos ya algunos colgados a la espalda. La temperatura y su evolución, los colores de la ropa, la comida o el folklore no son más que componentes de una cultura que define nuestras vidas y nuestras maneras de ser y de pensar. Por eso la diversidad no es más que la riqueza de ser distintos unos de otros.


7 comentarios:

  1. El cuerpo humano aguanta lo que le echen y se adapta, se adapta. se adapta... entre otras cosas porque no queda otra opción que adaptarse.
    Lo que pasó en Granada, de cambios bruscos, ha pasado, imagino, en toda España interior.
    Y es que Septiembre lleva todaaaaaaaaaaa la vida siendo la antesala del otoño. No tiene nada de extraño lo que dices.
    Hala, prepara la chaquetica y la cazadora, que ya los días y la luz acortan un montón.
    Besos

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    1. Aquí abajo Manuel Ángel nos describe al pie de la letra su peripecia personal. Estoy seguro que habrá muchos otros lugares en los que sucedan secuencias parecidas. Pero como uno es de aquí....Un beso

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  2. Hola Antonio, pues a mi septiembre es un mes que me encanta, por sus días y sus noches templados, por el color del cielo y las nubes al atardecer, la nitidez del paisaje...es el mes que elegiría siempre para viajar a Europa, por ejemplo. Me tengo que pasar por tu Granada un septiembre de estos...un abrazo.

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    1. Puedo estar de acuerdo contigo. Es más, si se te ocurre poner en práctica la idea, ya sabes que puedes tener compañía para algún paseo que otro. Es verdad que la temperatura puede ser deliciosa en general. Un beso

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  3. No es la primera vez que sale este tema aquí, pero es normal, ya que nos sacude bien de la modorra del verano.
    Yo mantengo la teoría de las capas de cebolla: ahora saldré camino de la escuela con camiseta, camisa vaquera y cortavientos, todo bien cerrado, Poco a poco iré abriendo cremalleras y botones y ya en la escuela me quedaré en camiseta. Probablemente ya no vuelva a ponerme nada hasta que salga de mi clase de árabe a las 9 de la noche, pero nunca descarto volver a ponerme la camisa para salir al patio, según la hora a que sea.

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    1. Pues mira cómo las condiciones de la vida te llevan a estar aprendiendo árabe por razones hasta familiares. Recuerdo la aversión al árabe de los
      maestros de Ceuta cuando fui a dar
      algún curso, sencillamente porque necesitaban diferenciarse del tsunami humano al que estaban sometidos y que supongo que el paso del tiempo no ha disminuido. Al contrario. Un abrazo

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