Ya
hemos dejado a Andrea que descanse en paz, le hemos ofrecido unas lágrimas de
sentimiento y hemos respetado la voluntad de su familia de despedirla en la
intimidad. Son varias cosas importantes juntas y creo que buenas todas. Me
llena de ternura comprobar que siendo humanos seamos capaces de conseguirlo. Me
alegro por nosotros. Ya sé que las guerras y las hambres siguen, que el mar se
sigue tragando criaturas y que las desigualdades, al menos en este país en el
que vivo, siguen creciendo. Quiero, de todas formas, alegrarme hoy por estas íntimas
secuencias que también son verdad y que hacen que uno tenga también argumentos
para reconciliarse con el género humano y con la vida.
En un
momento de mi desarrollo profesional, no sé si por influencia de Rouseau o por
qué razón, se puso de moda la idea de que los niños cuanto más libres mejor y
que ¡quién pudiera vivir sin que los adultos estuvieran encima de nosotros a
todas horas, marcándonos el ritmo!. Uno se sentía un poco carca si defendía
otra cosa. Los discursos dominantes son así. También se impuso la idea de que
el aceite de girasol era mejor que el de oliva y mucha gente se lo creía. O que
en el momento en que te dolían las anginas, lo mejor era cortártelas
directamente y se acabó el problema. Y muchos se dejaban llevar y adoptaron
determinaciones con la mejor intención que luego habrían de estar lamentando
toda la vida. Seguramente en esta época puede estar pasando algo parecido y no
nos damos cuenta en el momento en que se produce. Como entonces, cuando uno
quiere acordar resulta que ya la cosa no tiene remedio y te encuentras
metido en el problema hasta del
corvejón. De la misma reacción contra el autoritarismo paterno imperante por
entonces llegamos a pensar que los padres, cuanto más lejos mejor y que la vida
por sí misma encontraba su armonía y terminaba resolviendo todos los problemas.
Una cosa parecida a lo que se dice hoy del mercado, que por sí solo termina
regulándose.
El
tiempo pasa y el propio proceso de aprendizaje nos va haciendo conscientes de
que las cosas no son tan simples como parecen y que hace falta pararse y
profundizar en algunas de nuestras alegres ideas de un momento para comprender
que la vida es algo más compleja y no avanza sino por medio de un proceso de
reflexión intenso y permanente a través del cual nos vamos curtiendo los
criterios y adoptando conclusiones laboriosamente acordadas y siempre
provisionales, susceptibles de ser modificadas en el momento en que el devenir
de la realidad nos lo indique. La libertad en los pequeños es un valor
determinante, enormemente constructivo para su desarrollo personal, pero nunca
se puede confundir con el abandono porque el cuidado del adulto y su
significado de ley para el pequeño resulta ser indispensable para la
consolidación de los hallazgos a los que por sí mismo va llegando mientras que
el abandono es disperso, caprichoso y solo hace de la vida un conflicto
permanente sin otra referencia que no sea la tragedia irremediable del hecho
consumado en cualquier momento.
Una meditada y ponderada reflexión...
ResponderEliminarSaludos
Probablemente la clave esté en el equilibrio, eso tan difícil de conseguir ¿no? Libertad en seguridad, responsabilidad y autonomía, propio impulso y desarrollo dirigido...vivimos bajo la dictadura del péndulo y solo somos capaces de describir los extremos cuando se desliza por el centro antes de tomar velocidad.
ResponderEliminarUn saludo
el término medio, si existe, casi siempre escapa a la decisión de nuestra buena voluntad.
ResponderEliminarPero lo verdaderamente importante es que seamos conscientes justo de eso, de que el equilibrio no siempre se pone de nuestro lado. Lo que parece ser atañe exclusivamente al género humano. J.J. Rousseau y sus utopías al igual que las de la Modernidad, no difieren tanto de las que en nuestro tiempo actual elevamos a la práctica.. y cada individuo ríjase por sus principios .
besos
abrazo
ResponderEliminarHoy en el patio de la escuela me acordaba de ti. Una niña trepaba por una barra de las que sujetan una estructura metálica y yo la miraba desde lejos, supuestamente sin que ella lo supiera. Alcanzó un punto donde podía asirse y, en vez de quedarse allí, empezó a usar esas asas para apoyar las piernas y seguir hacia arriba. En ese momento se giró para mirar hacia mí. Como yo no le dije nada, ni verbal ni físicamente, siguió trepando hasta llegar con las manos a lo alto de la estructura. ¿Lo hubiera conseguido si yo no la estuviera mirando?
ResponderEliminarCómo te lo agradezco. Sabes lo mismo que yo que, yo no sé si lo hubiera conseguido o no, pero esa mirada era todo un mensaje que, una vez respondido por tí le sirvió para seguir la acción que había emprendido con más fuerza porque tenía la ley, que eran tus ojos, de su parte.Secuencias de este tipo podemos tener un montón cada día porque la educación es ese permanente diálogo con palabras, con el cuerpo, con los ojos... Un abrazo
EliminarMuy interesante el tema. Estoy muy de acuerdo. En el fondo, los niños quieren que se les guíe. Aunque algunas mentalidades creen en la casi absoluta libertad para los niños, ésta no es necesariamente la mejor forma de criarlos.
ResponderEliminarComprendo que se ha hablado mucho de cómo el niño nace virgen en conocimientos. Se dice que los adultos con nuestro "estrés", nuestras obligaciones laborales y otras preocupaciones que se agregan, empezamos a inculcarles precisamente los mismos traumas y complejos psicológicos que quizás hemos heredado de nuestros padres y éstos de los suyos. Y creo que es cierto. Pero darles demasiada libertad, exponerlos a las costubres de la cotidianidad sin que haya algún tipo de control, también es detrimente al crecimiento de estas mentes en cierne.
La economía mal encauzada en los presupuestos asignados a la educación y la falta de individuos entrenados académicamente, con consciencia de los problemas que afectan el desarrollo de los niños es parcialmente responsable de estos problemas. Por otro lado, el crecimiento de la burocracia y la inyección de la mediocridad en las instituciones educacionales, son en gran parte culpables de que todavía tengamos que lidiar con los obstáculos que tanto padres como maestros tienen que confrontar día a día.
Recuerda también que la tendencia en las últimas décadas es a no tener hijos. Los jóvenes no quieren comprometerse en formar una familia: quieren disfrutar las cosas que están a su disposición con el exceso de libertad sin conseguir un buen trabajo y prefieren quedarse en casa de los padres. Las viejas generaciones desaparecen, los pueblos se vacían de juventud... En fin, el problema tiene muchas connotaciones y la solución no está a la vuelta de la esquina.
Gracias por la oferta, amigo Antonio.
Hola amigo,
ResponderEliminarcomo siempre me quedo encantada cuando paso en tu rincon....besitos de ternura y que pases un hermoso domingo.