No sé
si alguien es capaz de cambiar de un asunto a otro con toda naturalidad de la
noche a la mañana. Yo quería volver cuanto antes a nuestro tema central y
mencionar el comienzo del curso con sus avatares propios pero no he podido. Tengo
entre ceja y ceja el tema de los desplazados y, por ahora, no me deja centrar
la atención en otra cosa. Bueno, sí. Pudiera parecer que no hay en el mundo
desplazamiento como el de los sirios, sencillamente porque han puesto el icono
de su mártir de tres años ahogado en las playas de Turquía. Pero no es más que
una casualidad que no debe llamarnos a engaño. Para ilustrar mi texto ofrezco
testimonios gráficos de los refugiados españoles de nuestra sanguinaria guerra
civil que, por cercanía los llevo especialmente clavados en mi corazón. La segunda
es de la Guerra de los Balcanes aquí, detrás de la puerta en el espacio y en el
tiempo que no sé si ha terminado todavía aunque ya no se escuchen los
bombardeos y la tercera puede ser de cualquier lugar del África negra, que lo
mismo da, porque se llama miseria esté localizada donde esté. Podríamos seguir
pero me sirven los ejemplos para abrirnos la mente sobre la extensión de la
injusticia y la imposibilidad de acotarla de manera artificial.
No
puedo escribir esto sin que asomen a mis ojos un par de lágrimas de plomo. La
imagen de unos niños ofreciendo bocadillos y un beso a otros que llegan de tan
lejos confieso que me supera. Es verdad que estoy llorando y no sé muy bien de
qué. Me conmueve de ternura el gesto de tantos ciudadanos preparando por su
cuenta infraestructuras de acogimiento a las personas que llegan mientras los
gobiernos no ven más que posibles terroristas y peligros sin medida y no son capaces
ni de concretar número ni condiciones de habitabilidad para esta avalancha
humana completamente imparable. No hay periodista capaz de poner zancadillas y
dar patadas suficientes a ver si así desaparecen de nuestra vista que lo que
consiga no sea ampliar un poco más el tamaño de nuestra vergüenza, por más que
la televisión pública española, corrigiendo a la primera crónica de la indigna
secuencia contada por los profesionales en el momento de producirse, intente
justificar y convertir en víctima a la fotógrafa húngara en un comportamiento
que denigra a toda la profesión y los cimientos mismos de la conciencia
humanitaria. Es verdad una vez más que en las situaciones límite es donde sale
lo mejor y lo peor de las personas.
Dicho
todo esto así, de golpe, como si de una sucesión de estampas goyescas se
tratara no sé si puedo aclararme suficiente como para decir algo en positivo y
que responda a lo que verdaderamente pienso del asunto, al margen de los
fotogramas que se quedan en los ojos y que parece que no lo dejan a uno
separarse un poco de lo inmediato. Yo no quiero refugiados en este mundo. Mi
cabeza los niega y no concibe otra manera de vivir que la de que cada uno en su
casa, relacionándose con sus vecinos
saludándolos cada mañana y viajando de un lugar a otro cuando quiera y donde
quiera, bien para ampliar sus conocimientos o para encontrar mejores
condiciones de vida supuestas o reales. Este es mi verdadero credo y el que he
practicado en mi vida desde que a los diecinueve años salí de mi pueblo y me
fui a trabajar a Trinaranjus, en la calle Pedro IV de Barcelona y me instalé en
el Barrio Chino, calle Conde del Asalto número 79, entresuelo primero izquierda
que hoy ha cambiado de nombre, regentada por una familia de Málaga cuyos cinco
miembros dormían en la misma habitación y en el resto, hasta 27 personas, tres
camas en cada una y la maleta de cartón como único armario.
Tuve
que escuchar mientras cargaba y descargaba camiones doce horas al día que
estaba allí para quitarles el pan a los catalanes y que me llamaran charnego
más de una vez como a Miguel mi compañero y seguramente como a todos pero también
aprendí a amar a Barcelona y nunca me he sentido extraño en ella. Hoy la sigo
viendo más cercana que Madrid o que Sevilla hasta para mis cuestiones
profesionales mientras he permanecido activo en mi trabajo educativo de los más
pequeños.
¿De dónde somos?
ResponderEliminarMi memoria te sitúa también en Graus, donde yo te recordaba cobijado bajo la estatua de Joaquín Costa.
Mi infancia es un sube y baja que me hace sentirme catalán en Andalucía y andaluz en Cataluña; me siento aranés, aunque mis padres no volvieron a vivir en el Valle de Arán desde poco antes de que yo naciera, y desde 1979 soy un vecino granadino, procedente de Alicante. Me cuesta decir cuál es el sitio al que tendría que volver si un huracán xenófobo me obligara a abandonar mi hogar. En realidad yo decidí volver a una Granada en la que nunca había vivido, y aquí estoy.
Y es que todo este asunto de refugiados acaba tocándonos personalmente y no sólo lo hemos vivido en el pasado, sino que hay quien se propone crear otras barreras y otros desplazamientos forzosos. Es interesante hablar con los antiguos yugoslavos y ver cómo ese país tenía los mismos cruces de población que podemos tener en España, y nadie podía pensar antes de la muerte de Tito que se iba a producir aquella dolorosa desmembración.
Te ofrezco un tema: el Partido Andalucista se acaba de disolver. Tú y yo somos de los que sabemos lo importantes que fueron personas como Conchita Fernández Piñar y Arturo González Arcas para la creación de las escuelas municipales de Granada. Di algo de ellos, anda; que nos dolerá menos.
Te tomo la palabra con mucho gusto porque si nunca me importó demasiado salirme del guión más o menos establecido de antemano, como comprenderás, ahora mucho menos. Veré la manera de ligarlo con la educación. Gracias por la sugerencia.
EliminarQué gusto para tí no ser de ninguna parte y poder decidir con relativa libertad ser de un lugar o de otro. Por mi parte ya sabes que mi lugar de nacimiento sucedió a un par de kilómetros de donde murió Federico García Lorca. Pero desde que llegué a Granada capital, no sé por qué, supe que este era mi sitio y aquí me quedé para siempre. Mis hijos no quieren dejar mi cuerpo para que puedan investigar con él, pero ya se han comprometido a que mis cenizas descansen debajo de algún árbol de esta tierra con la que me siento unido. Un abrazo
Comparto esta preocupación. El problema es grave.
ResponderEliminarSaludos
Este texto si que se nota que te sale de los mismisimos. Desde lo hondo. Y es verdad. ¿Si no nos ocupamos de los crios ahora, que futuro nos espera?. ¿Sin niños? ¿con niños salvajes que aprenden a vivir en las calles como animalitos?. Si somos maduros y nos queda dignidad debemos tomar conciencia y actuar ya.
ResponderEliminarEl problema con el que comienzas tu reportaje es grave...hay que buscar soluciones. Sinceramente no creo que la solución de los refugiados sea que cambien de país...creo que habría que derrocar a esos políticos-religiosos de alguna manera...un beso
ResponderEliminarTienes razón, lo que pasa es que cualquier cosa nueva que sucede pareced aislada de todo lo anterior y no es verdad. Tantas veces hemos hablado de la ayuda en origen que decir ahora que aquel 0´7 por ciento no se invierte ni la mitad parece como si estuviera fuera de lugar cuando puede ser uno de los orígenes de los males. Un beso
Eliminaren el mundo en que vivimos el problema es mundial
ResponderEliminarLo entiendo pero llega un momento en que no podemos quitarnos mas el pan de la boca para alimentar a los que no usan condones
Creo que el drama de los refugiados nos llega tan dentro porque no nos resulta complicado ponernos en su piel, nadie sale de su casa con lo puesto por gusto.
ResponderEliminarMe sorprende este cambio de son en tu melodía, pero agradezco la oportunidad de conocerme mejor.
Un saludo
visto que el comentario mío ha desaparecido, (o eliminado tal vez) no me queda argumentación aparente.
ResponderEliminarlo siento. Igualmente siento el drama de los refugiados. E insisto, en la tragedia de los 'refugiadores'
abrazo
Querida Pilar, en alguna ocasión he eliminado un comentario tuyo pero sólo por el hecho de que estaba repetido. Exclusivamente por eso. Dew ninguna manera se me ha ocurrido eliminar el comentario de nadie hasta el momento. El tuyo, mucho menos, después de tántos comentarios compartidos. No sé que puede haber pasado y siento mucho que no haya aparecido. Un beso
EliminarHola, Antonio. Qué bonito y triste el post.
ResponderEliminarEste tema me entristece mucho, y estoy colaborando en la medida que puedo para ayudar a estas pobres criaturas, aun sabiendo que quién realmente tienen que solucionar esto no lo hacen. Gracias por tocarnos el corazón.
Un beso.