He
dicho muchas veces y no tengo empacho en decirlo hoy una más que mi principal empeño con estos textos
es lograr que se hable del tema de la educación de los más pequeños y que el
asunto se convierta, en la medida en que yo pueda, en un tema vivo en la gente
que pueda estar interesada. Para mí ha significado mi vida profesional pero
también el profundo convencimiento de que en estos primeros años de vida de las
personas se juega gran parte de su visión del mundo y de las relaciones humanas
en el futuro. No quiero ser alarmista pero parece indudable que la educación en
estos primeros años es esencial en la vida de una persona.
Julia
es mi amiga desde hace mil años. Compañera de militancia pedagógica en el
Movimiento Cooperativo de Escuela Popular MCEP. En alguna ocasión me ha llevado
a Cantabria, su tierra, para impartir un
curso a compañeros nuestros y alguna vez también ella ha sido reclamada por
nosotros en Granada para que nos cuente su experiencia pedagógica, tan amplia y
tan rica en su colegio Verdemar. Ahora acaba de jubilarse y de vez en cuando
hablamos supongo que de batallitas de personas mayores pero que siguen teniendo
como destino la mejora de la educación que, en mi caso se centra como se sabe
en los más pequeños. Hace poco ha tenido un nieto, Héctor y, por lo visto, de
vez en cuando le insiste a Laura, su hija y madre de Héctor, que lea alguno de
los textos que yo publico porque considera que puede tener interés para la
madre del niño y, en resumidas cuentas, para el propio niño. Creo que ella lo
sabe pero quiero dejar constancia de que un hecho tan simple significa que el
trabajo que yo desarrollo en el mantenimiento de este empeño tiene sentido y
afecta a personas concretas, con nombres y apellidos.
Cuando
uno escribe busca un destinatario que se sienta concernido y al que le llegue
lo que uno dice pero aquí delante no se ve a nadie. Sólo en los comentarios de
Manuel Ángel, porque lo conozco, sé que tiene como destino su trabajo con los
pequeños. Quizá en algún momento siente uno la falta de ese destino de carne y
hueso que te asienta los pies en la tierra y te dice que vale la pena tu empeño
y que hay que seguir porque de tus palabras pueden sentirse beneficiadas
personas concretas, con nombres y apellidos, al margen de cualquier persona en
cualquier lugar del mundo porque este
medio tiene la gracia de poder estar presente tanto aquí como allí al mismo
tiempo y puede ser leído por mi vecino del tercero derecha como desde Cantabria
por Julia o desde la Conchinchina por alguien al que no veré jamás. Me resulta
valiosa esa capacidad de internet pero uno no deja de añorar la referencia
concreta de un destino palpable y para unas personas que sabes sus nombres y
que las conoces y las has tratado. Yo escribo lo que escribo de verdad,
poniendo en cada palabra todo lo que he podido acumular a lo largo de los años
y lo escribo para el viento pero quiero que su destino sea Héctor y otros como
él. Ellos son los verdaderos destinatarios.
Tampoco
quiero trasmitir una serie de recetas que pudieron ser más o menos útiles en un
momento determinado pero que en este momento se quedan fuera del aquí y del hoy
porque la vida ha cambiado. No. Lo que me gustaría es ofrecer un discurso
abierto, unas sugerencias que, salvando las distancias de lugares y de tiempos,
sirvan como puntos de reflexión y puede que en algunos casos como hallazgos
incluso para encontrar salidas a la serie de incógnitas o dudas por las
que atraviesan personas dedicadas a la
educación o familiares que se encuentren atravesando el trance de tener en
estos momentos hijos pequeños y puede que reconozcan alguna pista útil en
alguna de estas reflexiones. Julia, ésta es una más dedicada a ti y a los tuyos
con la esperanza de que sirva como argumento de credibilidad para cualquiera
que lo lea.