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domingo, 25 de diciembre de 2011

CARRITO

La vida va ofreciendo elementos nuevos, no necesariamente mejores, que facilitan la vida a las personas encargadas de la crianza de los pequeños. Ahora aparece como moderno ese trozo de tela que permite, como permitió durante siglos, llevar a los niños pegados al cuerpo y realizar las obligaciones de cada uno con el niño a cuestas. Me parece la mejor manera de desplazarse con el mejor permitiendo ese contacto corporal y ese trasvase de calor y de ritmo de vida completamente incorporado al de la persona que lo lleva. Prefiero que los niños miren al adulto para que no se sientan sólos, si bien es cierto que el espacio exterior es un poco más difícil de ver y hay que torcer la cabeza. Mi última hija, Elvira, que ahora tiene once años la llevé colgada durante el primer año hasta que dio sus primeros pasos y recuerdo que me empeñé, porque era factible, en que se durmiera mientras paseábamos por la orilla del mar, con el ruido de las olas, que me parecía una señal de identidad para ella, que había nacido en un pueblo de playa.


Ya sé que el vahículo más frecuentado sigue siendo el carrito de cuatro ruedas que el adulto desplaza a su gusto y a su ritmo y con el que puede ir de un lugar a otro sin que el menor tenga otra referencia de su desplazamiento. La percepción es más bien la de una cama en movimiento, pero poco más. Normalmente, eso sí, se orienta la postura del menor, de manera que si se despierta en un momento pueda ver al adulto que lo lleva, lo que estoy seguro de que para él significa un consuelo importante. Se mantiene el nexo de unicón del menor y el adulto, aunque sólo sea con la mirada, que no es un nexo muy fuerte y puede que hasta con la voz. Algunos adultos logran en muchas ocasiones mantener un cierto diálogo con los pequeños que significa también un elemento de relajación. La mayoría de las veces, este diálogo se produce cuando los pequeños protestan, probablemente cansados de una postura concreta, o con hambra o alguna otra incomodidad que necesitan transmitir.


Pero el carrito va apoderándose del tiempo y ya no sólo sirve para los primeros meses de vida, sino para los primeros años. Muchas veces hasta de tres y cuatro años se ven pequeños en carritos, que más bien parecen inquilinos albergados en una pequeña pensión rodante que con fuertes nexos de conexión con las personas que los llevan. Muchos de esos carros están orientados para que los niños miren hacia adelante, lo que significa que casi no existe contacto entre los menores y las personas que los llevan. Si había alguna posibilidad, las capotas para cubrirlos del sol, del frío o de la lluvia se encargan de imposibilitar cualquier forma de acceso entre quien lo lleva y el llevado.


Comprendo que es muy desesperante acoplarse al ritmo de los niños en los primeros años de su vida: primero porque es desesperantemente lento por puro tamaño de las piernas. Segundo porque el menor anda por la calle y todo para él es un motivo de curiosidad, se tiene que acercar a cualquier forma, tocarlo todo, arrancar cualquier papel, tocar cualquier textura, pararse en cualquier forma nueva, cualquier nuevo color…. Hay un mundo de diferencvias entre que te lleven a donde quieran dentro de un carrito, a que tú puedas ir experimentando las cosas de la vida en sus colorers, en sus formas y a tu ritmo, en función de tu curiosidad, pero creo que no hace mucha falta insistir en que no hay color sobre la diferencia de calidades entre una y otra forma.

domingo, 18 de diciembre de 2011

PRISA

Parece una tendencia general que los mayores responsables de un recien nacido quieren comerse el tiempo para que pase más de prisa. Le dirigen la mirada y sugieren lo que están viendo cuando ven hacia los dos meses, le responsabilizan de gestos tan específicos como la sonrisa cuando de lo que se trata es de movimientos musculares sin ninguna intención que se parecen a ella, le asocian sonidos determinados como si fueran capaces de ofrecer algo más que esfuerzos guturales que a los ojos adultos cercanos indican el consabido “ajó” de tan amplia repercusión en la familia, la intencionalidad de las carcajadas cuando se trata sólo de repeticiones nerviosas, ciertamente imitadoras de algunos reclamos adultos, pero completamente ajenas al significado social de la carcajada. Y así con toda una serie de adquisiciones que se hacen verdad mucho más en la interpretación de los adultos que en las capacidades reales de los niños.


Hemos mencionado las primeras adquisiciones. Podríamos seguir con la marcha, el lenguaje… logros todos mucho más reales en la mente adulta que en el conocimiento infantil. A pesar de lo que parezca, no estoy en contra de este entusiasmo familiar, porque en cierta medida hace que los progresos aparezcan de verdad o se consoliden llamados por el entusiasmo, lo que no es desdeñable de ninguna manera. Sólo llamo la atención para que no explotemos demasiado una vía que tiene interés emotivo, pero que en todos los casos debe ser refrendada por la realidad objetiva, que normalmente aparece siempre después de que los adultos hayan cantado victoria.


Al mismo tiempo conviene no perder en ningún momento el sentido de realidad. El dejarnos llevar por el entusiasmo fundados en apariencias mucho más subjetivas que reales sobre determinados logros también puede significar que los niños se encuentren sometidos a situaciones de estrés desde demasiado pronto y eso perjudique la lenta consolidación de los aprendizajes y la paz imprescindible para que estos se asienten y se fijen en el cerebro de los pequeños. Es muy posible que un niño no pueda asumir e interiorizar un conjunto demasiado elevado de información que le puede llegar de la mano de nuestra angustia y de nuestra impaciencia porque aprenda o porque sea el primero cuando lo deseable y lo eficaz puede ser dejarlo en paz que vaya asimilando lo que le ofrece la realidad y su inquieto cerebro encaje en el lugar adecuado cada uno de los logros a los que tenga acceso.


Creo que este mal de la prisa está presente desde el principio de la vida pero hay momentos en los qe aparece especialmente: inicio del habla, los primeros pasos, la adquisición de conocimientos, aprendizaje de la lectura… en realidad cualquier dominio de los que están considerados como sociales y que se pueden objetivar en comparación con otros niños cercanos, vecinos, parientes…. Muchas veces somos capaces hasta de malograr conocimientos adquiridos sólo por nuestra proyección competitiva en la que incluso los niños no tienen nada que ver. Conviene, por tanto, que nos demos cuenta de que en el desarrollo, lo que importa es el protagonista y no los que le rodeamos, y su propio ritmo, que no es ni mejor ni peor que el de su vecino, sino que es el suyo propio, el más adecuado para que los conocimientos que adquiera se consoliden y sean asumidos por él. Decir aquí que “no por mucho madrugar amanece más temprano” puede parecer una obviedad pero me parece que es exactamente la lección que debemos aprender los que vivimos cerca de los menores para afrontar nuestro papel en su desarrollo.

domingo, 11 de diciembre de 2011

ACIERTOS

Probablemente en el origen de la mayor parte de los cuidados que procuramos a los pequeños está la idea de hacer lo que hace falta hacer, lo mejor posible, en no equivocarnos en nada o en lo menos que podamos y conseguir que los pequeños crezcan en las mejores condiciones que seamos capaces de aportarles. Y, como puede suponerse, parece una intención loable, meritoria y digna de que su cumplimiento tenga la misma pureza que su nacimiento en nuestro interior, dando rienda suelta a nuestras mejores intenciones. Nada que discutir por tanto en su origen ni en su desarrollo. Sí, quizás, algo que discutir en sus consecuencias porque no siempre lo que pensamos y lo que planeamos con una idea, termina con las consecuencias que pretendimos en el comienzo.


Ese impecable afán de acertar en todo lo que se refiere a nuestras atenciones a los pequeños puede decir mucho en nuestro favor en cuanto a las motivaciones que impulsan nuestro trabajo, pero no necesariamente en sus consecuencias. El hecho de que todo lo que los niños reciban de nosotros sea impecable, claro, determinante y sin errores, significa que ellos van a ir asumiendo que en la vida todo es así y que no habrá nada que les produzca frustraciones ni resultados desagradables o con los que ellos puedan sentirse contrariados. Por un lado es encomiable el intento por nuestra parte en el sentido de que procuramos por todos los medios a nuestro alcance que los menores dispongan de un estado de bienestar tan alto como nuestras posibilidades nos lo permitan, pero no siempre eso es lo mejor, sin pretender devaluar nuestros encomiables intentos.


Quizá olvidamos lo importante que es en la vida ser capaces de salir adelante cuando aparecen las dificultades. Que un menor tenga una vida satisfactoria y se desenvuelva gratamente cuando no hay nada o casi nada que le suponga contrariedad, eso parece bastante fácil. Resulta mucho más complicado entender la fuerza que necesita sacar de sí mismo cualquier persona para sobreponerse a alguna frustración o cuando algo no le sale como él desea. Y, probablemente aquí es donde radica lo meritorio del desarrollo, en ser capaces de gozar los momentos en que todo parece salir a pedir de boca y afrontar con fuerza los momentos frustrantes para sobreponerse a ellos y mantener las ganas de aprender.


Claro que con lo que va dicho quizá cabe una primera conclusión y es la de promover en los pequeños las frustraciones para hacerlos fuertes en la vida y que aprendan a sobrevivir superando todas las dificultades que puedan. No falta en la historia quien así lo ha entendido y lo ha llevado a la práctica. Probablemente tampoco es eso. Ya tiene la vida dificultades suficientes como para que necesitemos producir más de manera artificial. Quizá la reflexión tiene sentido para llamarnos un poco a la tranquilidad y a permitir que la vida se produzca por sí misma con lo que tiene de bueno y con lo que tiene de malo para que las personas vayamos conociendo el calor y el frío, la luz y la oscuridad, el mar y la montaña…. Este conjunto amplio de vivencias de índole diversa hacen que tengamos que responder a dificultades variadas y con ello nuestra capacidad de respuesta se vaya ampliando y fortaleciendo. Eso es lo que significaría una educación adecuada: no la que se basa sólo en los aciertos o en la capacidad de respuesta sólo a ellos, sino en las posibilidades de reacción ante vivencias imprevistas o directamente desagradables, que precisan de una reacción nuestra ante la adversidad.

domingo, 4 de diciembre de 2011

ESTIMULACIÓN

En algún otro lugar de esta serie hemos hablado del drama de la falta de estímulo a los menores y de cómo eso sí que se puede considerar la verdadera muerte aunque el cuerpo se encuentre con vida. Se han vivido y se viven a diario experiencias que avalan esta terrible afirmación. También hemos puesto de manifiesto la situación de los refugiados que huyen de Somalia y de cómo las madres han de vivir la experiencia de abandonar a alguno der sus hijos en el camino para que muera con la idea de intentar que se salven el resto. Hay cosas que no nos gusta oir, ni ver, ni conocer siquiera, pero eso no quita que estén pasando hoy mismo y que estén, por tanto, de palpitante actualidad, a veces al lado nuestro y desde luego a unos cientos o miles de kilómetros de nosotros.


Pero del mismo modo que ponemos el ejemplo de la falta de motivación como una especie de muerte en vida, podemos poner la sobreestimulación como un mal del primer mundo, ese en que parece que cada nuevo nacimiento es una especie de mirlo blanco al que no puede faltarle para su desarrollo ni el más mínimo detalle, del que todos los miembros de la familia han de estar completamente arrebatados porque se trata de un tesoro que ha llegado a la casa y que todo se lo merece por su bella cara. Necesita todos los cuidados del mundo y hay que ofrecérselos para evitar todo lo que pueda oler a frustración o al peligro que ocasionarle el más mínimo trauma de consecuencias incalculables para el futuro. El rey de la casa ha de sentirse entre algodones y con todos los miembros a su servicio porque ha venido a sembrar la falicidad a manos llenas y nos ha colmado a todos con su presencia.


Lo terrible del caso es que tanto el primero como el segundo pueden haber nacido el mismo día y pertenecer a la misma época y puede que hasta a la misma cultura. Apurando un poco podrían ser hasta vecinos. Desde luego completamente vecinos si tomamos como casa de todos este pedrusco del universo inconmensurable que hemos dado en llamar Tierra.


Mas de una vez hablo con mi hija cuando la veo con el esmero que cuida a su perra y con todos los respetos para el animal, y le digo que por qué no adopta a un niño, que srguramente podría sobrevivir con lo que ella se gasta en el cuidado de su animal. Pero es que estamos en una época en e que las casas se están quedando vacías de niños y se están llenando de mascotas. Todo el respeto, insisto, para cualquier mascota. No tengo nada, absolutamente nada contra ellas y me merecen toda la consideración del mundo, pero es verdad que estamos optando más o menos conscientemente y no es precisamente por la supervivencia de la especie. Preferimos tener esclavos con una cuerda al cuello que vérnoslas con personas como nosotros que exigen nuestros cuidados, que pueden hablar como nosotros y que nos pueden pedir cuentas de lo que hacemos con nosotros mismos y con ellos. Hasta aquí hemos sido capaces de llegar hasta el momento. Pero la vida sigue y el futuro no está escrito. Lo mismo podemos mejorar que avanzar en las aberraciones porque para una opción como para otra, el campo está completamente libre y abierto, pendiente en ambos casos de nuestras opciones.